La leyenda del lobizón u hombre lobo sudamericano es muy popular en la Argentina, en especial en la región del litoral y también se hace mención al caso en la mitología guaraní.
La historia cuenta que el séptimo hijo varón seguido de una misma pareja conlleva una maldición que sólo es evidente los viernes o martes a las 12 de la noche y no con la luna llena, tal como relata la leyenda europea.
Antes de producirse la metamorfosis, el individuo se aleja de las conglomeraciones y se retira a lugares menos poblados, como es el caso de las áreas rurales o zonas boscosas. Cuando llega el momento, rueda tres veces sobre sí mismo en el sentido de las agujas del reloj y rezará el credo al revés.
Es entonces cuando su cuerpo humano se transforma en un gran perro negro que deambula por granjas y bosques acechando a sus presas. El efecto perdura hasta el amanecer, algunas versiones mencionan el canto del gallo, cuando vuelve a convertirse en hombre.
Al día siguiente, es decir, el sábado, el hombre manifiesta fiebre y problemas de intoxicación producto de la ingesta del día anterior. Los relatos afirman que pueden ser vistos en los cementerios, rastreando carroña, carne podrida e incluso materia fecal de otros animales para ubicar su paradero y, así, atacarlos.
Según la compilación de Mitos y Leyendas del Paraguay de Francisco Pérez Maricevich, existe otra razón de verlos merodear los cementerios: “el Luison o Lobisón simboliza el espíritu protector que guarda la puerta de la morada de los muertos mientras permanezca oculta en la sombra tenebrosa para evitar la profanación de las tumbas de la osadía de los mortales”.
Por otra parte, gracias a su olfato, los perros son capaces de reconocer su presencia y manifiestan su cercanía en forma de alaridos desesperados para alertar a sus dueños del peligro que los acecha.
En el litoral argentino, en especial en la Provincia de Corrientes, los pobladores aseguran que si ven a un perro negro a mitad de la noche deben gritarle “yaguá hú guazú”, que significa “enorme perro negro” en guaraní. Si el animal reacciona de manera agresiva, se trata de un lobizón.
De enfrentarse a un monstruo de estas características en el medio de la noche, la leyenda explica que la bestia sólo morirá de ser impactado por una bala bendita. Al fallecer, recuperará su forma humana sin dejar rastro alguno de su ser lobizón.
La Leyenda del Lobizon: Superstición extrema y padrinazgo presidencial
Para evitar la matanza o abandono del séptimo hijo varón, los presidentes de Argentina y Paraguay son nombrados padrinos de los mismos. Con los años, la leyenda fue mutando y se considera que este procedimiento es lo único que permite romper con el hechizo.
En 1907 se realizó el primer bautismo oficial de un supuesto lobizón cuando el presidente argentino José Figueroa Alcorta se convirtió en padrino de José Brost, séptimo hijo varón de los inmigrantes rusos Enrique Brost y Apolonia Holmann. Junto con el honor de su padrinazgo, los presidentes se comprometen a otorgarle becas en educación y alimentos a lo largo de toda su vida.
Esta tradición, estipulada en la Ley 20.843 de Argentina, no sólo se extiende al séptimo hijo varón, sino también a la séptima hija mujer, considerada bruja.
En 1973, el presidente Juan Domingo Perón dio a conocer el decreto número 848 en el que se estipula que para solicitar el padrinazgo presidencial, los siete hijos deben estar vivos, ser legítimos y sus padres deben ser un ejemplo de conducta moral. También queda establecido que el padrinazgo presidencial no otorga derechos ni beneficios a su ahijado o parientes.
Entre los padrinos de los séptimos hijos varones se encuentran el difunto ex Presidente Néstor Kirchner y la actual Presidenta Cristina Fernández de Kirchner.