Conocido como el mar de árboles, el bosque nipón tiene una superficie de 32KM2 ubicado al noroeste del monte Fuji. A lo largo y ancho de la superficie boscosa existen cavernas rocosas que albergan temperaturas muy bajas en su interior. Muchos turistas y visitantes que han logrado volver a la civilización describen el lugar como un ambiente sobrenatural, donde la calma y el silencio debido a la casi inexistente fauna y a la frondosa vegetación que no permite que el viento sople en el interior puede hacer que muchos se pierdan, así como también la poca iluminación debido a que los rayos del sol no penetran por completo la espesura de los árboles.

            Existen muchos mitos sobre Aokigahara, uno de los más antiguos proviene de un poema escrito hace un milenio según el cual el bosque está maldito por demonios mitológicos que habitan el lugar. Otro hace referencia a la hambruna y epidemias que atravesó la sociedad japonesa del siglo XIX, situación que hizo común abandonar a niños y ancianos en el bosque para que murieran ahí; hay quienes creen que las almas de todas esas personas han encantado el bosque haciendo que quienes acceden a su interior se pierdan sucumbiendo ante el suicidio.

Una razón más lógica para explicar la pérdida de quienes ingresan al bosque se basa en los yacimientos de hierro magnético ubicados en las entrañas del lugar provocando que las brújulas y los GPS dejen de funcionar. Los japoneses desde siempre han considerado el mar de árboles como un lugar sagrado desde donde se puede entrar al cielo, sin embargo a partir de la cantidad de suicidios que han tenido lugar en el mitológico bosque, actualmente se cree que es una especie de purgatorio en donde penan las almas de todos los que allí han muerto, estos espíritus tienen la tarea de encantar a quienes recorren el lugar haciendo que se pierdan y no puedan salir jamás.

El bosque Aokigahara se ha convertido en el lugar predilecto para morir de los suicidas de Japón, según cifras del gobierno desde 1.950 se han hallado unos 500 cadáveres, las personas de la localidad han elaborado rutas no oficiales por las que atraviesan el bosque anualmente en busca de los restos de quienes escogen el bosque para exhalar su último aliento. Un reportaje hecho por The Japan Times refiere que la mayoría de quienes van al bosque a suicidarse lo hacen a través del uso excesivo de drogas.

Se cree que en Japón el suicidio es una tradición que representa más que cobardía: coraje, así como los antiguos y valientes Kamikazes. Otra razón que convierte al suicidio en una alternativa tentadora es la ausencia del cristianismo, por lo cual no temen al castigo del alma luego de la muerte auto-infligida. Sin embargo Aokigahara no siempre fue el destino perfecto para morir; en 1960 el escritor Seicho Matsumoto publicó su libro Nami no tou, una tragedia en la que al final dos enamorados se quitan la vida en el bosque, generando así un efecto llamada tal como el inducido por Goethe en el siglo XVIII. Este bosque envuelto en un ambiente fantástico se ha convertido en el sepulcro de muchos que aún hoy en día moran allí. Hay quienes afirman temer adentrarse en el bosque ya que es común conseguir cadáveres colgando de árboles, pero es más frecuente extraviarse y recurrir al suicidio cuando las esperanzas de volver se han agotado.